A la hora de fotografiar a un niño al que se le ha caído un diente tenemos dos escenarios posibles: que el niño sonría con la boca cerrada, intentando disimular su pérdida, o la sonrisa radiante que deja ver el pequeño vacío, presagio de la visita del Ratoncito Pérez.
¿Visualizas la imagen de un T.rex sin dientes?
La primera pista de que los dinosaurios existieron fue un diente. Lo halló en 1824 William Buckland y al propietario de aquel diente gigantesco le puso el nombre de Megalosaurus. En 1825 Mary Ann Mantell encontró otro diente que su marido, Gideon Mantell, describió como perteneciente a un animal al que denominó Iguanodon (diente de iguana).
Las partes duras de los vertebrados (dientes y huesos) son las más sencillas de fosilizar.
Los dientes fósiles contienen valiosa información: además de ofrecer datos sobre la dieta de los dinosaurios, podemos saber cómo movían sus mandíbulas. Según su morfología y tamaño, en algunos casos (no siempre) se puede identificar la especie de dinosaurio a la que pertenecía su propietario. Además, nos permiten intuir el tamaño del individuo y, a veces, el desgaste aporta información acerca de su grado de desarrollo (joven o adulto).
Como ves, un diente constituye una valiosa fuente de información.
Tú, cuando sonríes ¿enseñas los dientes?
Música Kevin MacLeod, sujeta a una licencia de Creative Commons Attribution (https://creativecommons.org/licenses/by/4.0/)