Para conocimiento general, las aves (y aún más si cabe, sus ancestros dinosaurianos), no son los seres más logrados en cuanto a capacidades cognitivas se refiere. ¿No solemos decir “cabeza de chorlito” para calificar a alguien caracterizado por su poca astucia? Sin embargo, numerosos estudios científicos han demostrado que las aves, o al menos, ciertas especies de este grupo, están dotadas de gran inteligencia, llegando a ser, en algunas ocasiones, comparable a la de los primates. La evolución del cerebro en estos vertebrados, desde sus orígenes como animales terrestres (ciertos dinosaurios carnívoros) hasta las aves conocidas hoy en día, es uno de los temas más apasionantes del campo de la neurociencia evolutiva. Afortunadamente, el hecho de que la caja craneana de los arcosaurios (el grupo que incluye dinosaurios, incluidos sus representantes avíanos, así como cocodrilos y otros grupos de animales extintos) esté totalmente osificada, permite su fosilización. De este modo, los paleontólogos son capaces de realizar inferencias sobre el cerebro de estos animales a pesar de que este órgano no suele fosilizarse. Fabien Knoll, investigador ARAID en la Fundación Conjunto Paleontológico de Teruel-Dinópolis, en colaboración con Soichiro Kawabe de la Universidad Prefectoral de Fukui en Japón y del Museo Prefectoral de los Dinosaurios de la misma ciudad (ambas instituciones estrechas colaboradoras de la Fundación Dinópolis) acaban de publicar una reseña sobre "paleoneurología aviana", es decir, la disciplina que se dedica al estudio del sistema nervioso en las especies extintas de pájaros. Los autores subrayan que aunque se conocen "cerebros fósiles" (moldes de la cavidad cerebral) de aves desde hace casi 200 años todavía está muy truncada nuestra visión de la evolución del cerebro durante la transición de dinosaurios no avianos a aves. Sin embargo, el desarrollo de nuevas tecnologías de adquisición de datos, muy en especial de técnicas de imagen como la tomografía computarizada, así como mejoras en la cantidad y calidad de la información que se puede extraer de los mismos, hace esperable que se produzcan importantes avances en el conocimiento de este campo en un futuro próximo. Knoll y Kawabe consideran que muchos de estos progresos dependerán del descubrimiento de los fósiles adecuados y que los paleontólogos deben continuar llevando a cabo lo que constituye la base primordial de su trabajo: la prospección en el campo.
Tomografía computarizada de un cráneo de ave marina (plotoptérido indeterminado) del Oligoceno de Japón en vista dorsal (arriba) y lateral izquierda (abajo). Tronco del encéfalo, amarillo; cerebelo, azul; laberinto, morado; lóbulos ópticos, rosa; quiasma óptico e hipófisis, rojo, telencéfalo, verde; bulbos olfatorios, naranja. La imagen muestra al fósil de modo semitransparente para que se pueda ver el espacio endocraneal en su interior.
Referencia del artículo: Knoll, F., & S. Kawabe. 2020. Avian palaeoneurology: reflections on the eve of its 200th anniversary. Journal of Anatomy. DOI: 10.1111/joa.13160
https://onlinelibrary.wiley.com/doi/pdf/10.1111/joa.13160